Confinamiento y calma en Valdenoja
9 de April de 2020
Valdenoja está irreconocible. Sus calles y parques, llenos de actividad y de juegos hasta hace pocas semanas, están ahora desiertos. Este barrio santanderino, residencial por excelencia, no parece el mismo de siempre. Ya no se ven niños paseando de la mano de sus padres, aunque se intuye su presencia tras las ventanas decoradas con dibujos y mensajes de ánimo. ‘Todo saldrá bien’ y ‘Quédate en casa’. Dan fuerzas a sus familias y vecinos.
Las restricciones desencadenadas de la crisis del coronavirus se han acatado al pie de la letra. Por la calle sólo se ven vecinos que pasean a sus perros o que se dirigen a un comercio para adquirir productos de primera necesidad. La mayoría, ocultos tras sus mascarillas y sus guantes. El movimiento se concentra, sobre todo, durante las mañanas, cuando se forman ligeras colas a las puertas de algunas tiendas. No porque haya mucha gente, sino por precaución. Aunque no hay más de cuatro o cinco personas esperando para ser atendidas, guardan una amplia distancia entre ellas para evitar contagios.
Quioscos, panaderías, pescaderías, farmacias y carnicerías. Son los comercios más demandados porque en ellos se venden los productos más esenciales del día a día. «Si veo que hay gente, me voy a casa y vuelvo más tarde», cuenta Manuel González. No pasa ni un minuto más del necesario en la calle. «Nos organizamos bien. Somos tres en casa y nos turnamos para hacer los recados, aunque se empieza a hacer largo», añade Fernando Flor. «Intento salir lo mínimo. Y con toda la protección posible. No he encontrado mascarillas, pero voy con guantes, gafas de seguridad y desinfectante», explica Sergio Álvarez en la pescadería Chuchi. A un par de metros, en la frutería Vegetal Oro, los productos cotidianos de la tienda están acompañados estos días de ramos de flores. Y más de un cliente aprovecha su compra para darse el capricho y poner color a las grises jornadas de confinamiento.
Al dejar atrás las calles más céntricas del barrio la gente desaparece por completo. Por las carreteras transitan algunos autobuses municipales, muchos menos de los habituales, y los coches descansan en los aparcamientos ubicados en los laterales de la calzada. Algunos no se mueven de ahí desde hace semanas. En las aceras, algún tímido vecino da una vuelta con su perro y, asomados a las ventanas, otros toman el aire para compensar el encierro.
Fuente: Diario Montañés